viernes, 3 de mayo de 2024

Escribo

"Escribo para mantener a distancia la locura". Escribo aquí, donde nadie me lee y está bien. No necesito ser leído ni reconocido, yo solo quiero vaciar lo que invade a mi vacío. 

Escribo para cantar, pero me cuesta mirar a los ojos a quien me escucha cantar roto. Estoy esforzándome, pero no logro sentir, intento vivir, ver la vida desde otra perspectiva, pero me está costando cada respiro involuntario. 

Escribo para salir de este laberinto, pero creo que no tiene salida. Cuando busco un escape topo y me doy cuenta que no tengo credibilidad, no tengo paz, no tengo nada de valor para quienes me rodean. La única salida requiere la valentía que no tengo.

Quienes están fuera de mi vida duermen mejor sin mi. Quienes son parte de mi pasado pueden pensar en un futuro de color. Mientras yo me quedaré gris por siempre. Y el "siempre", es un tiempo que dudo mucho que dure demasiado, porque no me quedan más ganas de caminar.


Las risas, los gritos y los reclamos, esos no pertenecen a nadie...


domingo, 28 de abril de 2024

Vacío

 Su cristal se quiebra en el fondo de mi pecho y se esparce por mi cuerpo. Resuena, grita, retumba cada súplica, cada vez que no escuché y me quedé vacío. Y duele así, tal cual te lo imaginas. 

El dolor es muerte; no me permite ver, no me deja respirar, me impide caminar, comer o beber. Apenas puedo mantener abiertos mis ojos. Transcurren los días y me dicen que no, que tan solo son un par de horas. El tiempo me miente. 

Solo puedo sonreírme en el espejo y odiarme. Detestar a mi reflejo, escupirme y podrirme sin que nadie lo sepa. Nadie sabe dónde estoy y así es mejor. La tentación es tan grande. 

No. No me interesa recuperarme, no me interesa deshojar recuerdos para salvarme. ¿Acaso vivir así tiene algún sentido? Dios sabe que no. 

Anduve por la brecha equivocada creyendo que me llevaría a Roma. Y no, no todos los caminos le conducen. 


Ya no más recuerdos para construir...


martes, 1 de noviembre de 2016

Gracias...

Que quede claro que no siento ganas de extrañarte,
que mi esperanza enmudeció con tu silencio,
que al sol me abrazaría si pudiera de nuevo verte.

Buen tabaco, buen café y un disco de boleros.
Acetatos del recuerdo que dejaste entre canciones,
en la "bicla", en un árbol de guamuchil, en una paloma oxidada.

Y después de tantos años, recuerdo el sabor de tu trabajo,
resumido en dos taquitos que viajaban en lonchera,
con sazones de una abuela desvelada.

Debo confesarte que no suena tu teclado y tu acordeón no tiene tono
y con tu armónica en el cielo me ayudarás a correr la tinta,
porque valor me hace falta para encararme a tu sonido.

Una tarde, un buen consejo, mi guitarra y tu presencia;
yo te apostaría el mundo si éste me perteneciera,
pero aquí sólo hay recuerdos y unos ojos que se ahogan.

Ni albañil, ni plomero, ni músico, ni eléctrico.
Que mataría tus talentos por ver tus ojos abiertos,
por presenciar tus enojos y tu conteo con dedos.

Te fuiste así, sin despedirte, con temores a lo incierto.
Para cuando quise verte tu corazón latía lento,
tan lento como aleteo de las piedras.

Igual que en el último día, te pido que no me olvides,
que para siempre me recuerdes en donde estés,
que mientras la espera dure, te cantaré hasta en mis silencios.

Gracias por la chingüiringüi, por mis tíos, por conocer a mi abuela,
por heredarme hermanos, por recibir a mi padre, por regalarme primos,
por entregarte de lleno en esta tierra de duelo...

Hasta siempre, viejo...

Vuelve un solo día y a cambio daré mis manos...



jueves, 23 de febrero de 2012

Sal...

Así pasa cuando metes la mano al corazón y lo que alcanzas a tomar de lo más profundo lo pones en las cuerdas y guardas un poco para rocear tu garganta. Con un poco de trampa, claro está. Pero no hay sentimientos electrónicos.

Son tan bellos los refugios. Debo confesar que aquí mi alma sigue preguntando qué es lo que está pasando, por qué de repente la desvistieron y la internaron en un albergue sin luz, sin reacción y mucha sal, bastante sal.

Después de tiempo he hablado con ella y le he inventado un verbo sin conjugarse. Yo le digo que no se preocupe, que embombille su luz y no deje que se apague por la penumbra del alrededor. Por los que se acercan a obtener provecho. Por los que no entienden que no hay fuerzas. Sólo frío y es contagioso. No estás sola, mi cuerpo y mi cabeza estamos buscando la ruta.

Ignora al corazón, sabe mucho, me dicta en ocasiones. Pero nunca ha sabido qué hacer con la riqueza de sus sentimientos. Lo siento corazón, pero siempre entras tarde en la jugada. Hoy decido dejarte a ti fuera de ésta.


miércoles, 22 de febrero de 2012

Escribo...

Cada palabra me ayuda. Ya tenía que sonreír. Gracias a ustedes, palabras que viven cuando escribo. Refugio, salida, punto de partida. ¿Qué se yo?

Es triste, curioso y espontáneo ver que muchas personas se acercan para tomar provecho de una situación. Un aplauso pido para ti. Yo me aferro a no sembrarme y tu a que pronto asimilaré que soy polvo y en polvo me convertiré y cuando eso pase, mis órganos vitales convergerán ante tus ideas. ¿Quién eres tú para afirmar semejante barbaridad? ¡No retes a Dios!.

Está bien, no perdones. Siempre hay un modo para todo. Pero nunca, nunca olvides pedir perdón.

Escribo para mantener un camino ancho entre el deseo y la desesperación. Más que coraje, una decepción. Y más que una decepción, un corazón. Un real corazón.

martes, 21 de febrero de 2012

Espero...

Nunca he sido un tonto. Te conozco. No todo lo que dices puede tomar por abrigo la verdad y ya sé que lo que callas, sobrevive sin hacer ruido ante el afán de mentir. Ocultar verdades. A todo el mundo, mentir.

Tengo miedo de escribir. Mis piernas se entorpecen por enfrentar la realidad, pero vaya, siempre me ha gustado cantinflear. Un poco, tal vez.

Necesito, ruego, pido al señor del cielo, que tome mi alma si es preciso, que me parta en arrebatos de dolor, si a cambio me da el placer de ver que nunca, nunca atravieses el mar de sentimientos fríos que ahora tengo, fríos de tus caudales.

lunes, 20 de febrero de 2012

Las Horas

Estuve a punto de ganar. Después de todo ésto, tengo la dicha de decir y presumir que pude ver temblar al reloj. Aquel que burlón carcajeaba al verme viajar porque no encontraba estabilidad. Si, lo vi temblar.

Lo vi sollozar de pavor porque me quedé a una mirada de ganar, de cambiar, de darme otra oportunidad, sin prometer para demostrar. Hoy vuelvo a la tempestad y toca mis hombros fríos y pies descalzos y me grita socarrón: "no le importa más. Gané".

¿Revancha? Contador, discúlpame pero no lo sé. Hay cosas que ni el tiempo puede solventar.