jueves, 19 de abril de 2012

Fuerte

Nuestro cuerpo en gran medida es agua y eso la convierte en vida, nuestra vida. En su ausencia, poco habría qué hacer por la supervivencia de nuestra raza, esta raza que cuesta resistir. Así, semejante a una ironía, el agua es vida que puede golpear hasta matar, así como el agua que choca contra los barrotes, como el agua que golpea los muros y los derriba, como el agua que te roba el aire y te asfixia o aquél agua que retienes y te mata.

El alma en gran medida es amor y lo convierte en la razón de la existencia. Si no alimentamos el alma con él, poco habría qué hacer por nuestra almas, esta alma que cuesta detener cuando se afana en emigrar al ser golpeada. Y nace nuevamente una ironía, porque el amor puede doler, doler hasta matar. Así como el amor que te confunde, así como el amor que te ilusiona y no es más que un juego de palabras en tu mente. Así como el amor que te traiciona. A diferencia, el amor no se puede controlar, no se puede embotellar, jamás lo podrás manipular.

No queda más que sentir. Sentir y si es preciso, morir.
Como el agua que golpea los barrotes

Fotografía: Dámaris Robles



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