Me gusta pensar que a la hora de abandonar este cuerpo para dejar volar el alma, en aquél punto de nuestras vidas en que Dios nos mecerá en sus brazos y por fin, la calma abrazará al corazón, volveremos a ser niños.
Sólo de esa manera, podremos dejar de preocuparnos, podremos ser libres, podremos disfrutar sin pensar en el futuro...
No hay comentarios:
Publicar un comentario